De nuevo en este gran templo oscense.
Nada ha cambiado.
Menú concertado por cliente habitual, omitiré el precio.
El vino iba incluído, se sirvieron Hacienda López de Haro Verdejo 2014 (D.O. Rueda), bastante agradable, y Olvena Crianza 2011 (D.O. Somontano), también correcto.
Comimos:
-Aperitivos (todos a alto nivel, destacaré el tartar de trucha)
En este momento se sirven los panes, tan buenos como siempre en esta casa.
-Ensalada de invierno (con una tierra de cacao como interesante hilo conductor, presentación algo barroca pero conjunto armonioso)
-Lomo de salmonete con crema de alubias de Tolosa (y un estupendo puré de patata con tinta de calamar, espectacular punto del pescado y fantástica crema, plato de los grandes de verdad)
-Patata, huevo y trufa (clásico que nunca falla, goloso)
-Merluza sobre crema de boniato y pomelo (y varios contrastes más, cocción nacarada del pescado y muchos matices, muy agradable)
-Alcachofa con foie y crema de mostaza (otro éxito imperecedero de la casa que lo por muchos motivos, absolutamente exquisito)
-Rollo de presa ibérica rellena de manitas y puré de calabaza (muy sabroso, mucho trabajo de cocina para un gran resultado)
-Calabaza asada y glaseada con avellana (esta última en texturas, correcto pero la calabaza no me apasiona)
-Coulant de chocolate con helado de fruta de la pasión (buen helado para equilibrar la potencia del pastel, rico)
Un buen café y unos apetitosos petit fours, que los prefiero servidos antes de la infusión, cerraron la comida.
El servicio fue atento y capaz, aunque algo menos de lo experimentado en otras ocasiones.
Lo ya conocido y lo vivido muestran que este restaurante es muy importante. Se muestra ajeno a vanguardias y a fusiones pero fiel a la buena cocina y al servicio detallista, quizá no haga falta nada más.
Los clásicos de la casa siguen ahí y siempre hay grandes descubrimientos, esta vez fue el plato del salmonete que justifica la visita.
Patrimonio de la ciudad y del entorno.
Nada ha cambiado.
Menú concertado por cliente habitual, omitiré el precio.
El vino iba incluído, se sirvieron Hacienda López de Haro Verdejo 2014 (D.O. Rueda), bastante agradable, y Olvena Crianza 2011 (D.O. Somontano), también correcto.
Comimos:
-Aperitivos (todos a alto nivel, destacaré el tartar de trucha)
En este momento se sirven los panes, tan buenos como siempre en esta casa.
-Ensalada de invierno (con una tierra de cacao como interesante hilo conductor, presentación algo barroca pero conjunto armonioso)
-Lomo de salmonete con crema de alubias de Tolosa (y un estupendo puré de patata con tinta de calamar, espectacular punto del pescado y fantástica crema, plato de los grandes de verdad)
-Patata, huevo y trufa (clásico que nunca falla, goloso)
-Merluza sobre crema de boniato y pomelo (y varios contrastes más, cocción nacarada del pescado y muchos matices, muy agradable)
-Alcachofa con foie y crema de mostaza (otro éxito imperecedero de la casa que lo por muchos motivos, absolutamente exquisito)
-Rollo de presa ibérica rellena de manitas y puré de calabaza (muy sabroso, mucho trabajo de cocina para un gran resultado)
-Calabaza asada y glaseada con avellana (esta última en texturas, correcto pero la calabaza no me apasiona)
-Coulant de chocolate con helado de fruta de la pasión (buen helado para equilibrar la potencia del pastel, rico)
Un buen café y unos apetitosos petit fours, que los prefiero servidos antes de la infusión, cerraron la comida.
El servicio fue atento y capaz, aunque algo menos de lo experimentado en otras ocasiones.
Lo ya conocido y lo vivido muestran que este restaurante es muy importante. Se muestra ajeno a vanguardias y a fusiones pero fiel a la buena cocina y al servicio detallista, quizá no haga falta nada más.
Los clásicos de la casa siguen ahí y siempre hay grandes descubrimientos, esta vez fue el plato del salmonete que justifica la visita.
Patrimonio de la ciudad y del entorno.
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