Visité aquel pequeño Aponiente en 2008 y parece que ha pasado toda una vida desde entonces. Una vida en mi vida, sí, pero una vida también en la evolución del restaurante y su concepto.
Tanto que considero esto una primera vez.
Una primera vez que es, nada más y nada menos, la visita a uno de los mejores restaurantes del mundo.
La cocina de Ángel León es el mar y hay que saber llegar hacia lo más profundo.
Su local, el antiguo molino de mareas, es precioso y el ejemplo perfecto de una remodelación. Quizá la sala más agradable en la que haya estado.
Se comienza en una pequeña estancia para luego pasar a la principal recorriendo la bodega y la cocina.
Mesas desnudas, servilletas de hilo y copas maravillosas.
Este año se ofrece un único menú degustación (310 €) con una armonía de vinos que cuesta 180 €. Iré relatando todo según fue apareciendo.
Comienza la travesía:
-Aceitunas del mar (percebes con una mantequilla de algas y un aliño de aceitunas chupadedos, excelentes)
-Calamar frío (lámina de calamar congelada con un guiso del propio molusco en el interior, rico)
-Lechuga de mar, pimiento (pimiento liofilizado impregnado en polvo del alga, crujiente y muy curioso)
-Halófilas aliñadas (plantas halófilas con un jugo de ostras, fresco e intenso a la vez, gran pase)
El Moët & Chandon Grand Vintage 2016 (Champagne A.O.C.) se sirvió con todo el aperitivo y me encantó. Estructurado, fresco y cítrico.
-Morrillo, papel de plancton (se monta en sala con el papel haciendo de nori y un morrillo muy graso en esta estación, un bocado excepcional)
-Cañaíllas en sopa fría moruna (sopa gelatinizada y una presentación preciosa, impresionante)
-Flan de huevas de pescado (denso y sabroso, con una flor de hinojo para dotar de frescura el último bocado)
Bodega El Piraña Salamero 2024 (sin D.O., Trebujena), un vino blanco sin flor, acompañó estos platos. Corpulento y elegante.
-Quisquilla, maíz (estupenda sopa de maíz, otra preparación soberbia)
En Aponiente se sirven varios vinos sin etiqueta, creados por y para el restaurante. En ese momento, un vino de pasto o de albariza del Pago Balbaína me gustó mucho.
-Hígado marino reposado (hígado de rape curado, guisantes lágrima y una manteca colorá de grasa de pescado, descomunal plato, lo untuoso de manteca e hígado se une a lo crujiente de los guisantes en un juego de texturas y sabores inolvidable)
-Raíces de alga, marinera (unas raíces de alga tratadas como judías verdes y una salsa marinera etérea y especialmente sabrosa, buenísimo)
Acompañó estos pases el Esencia de la Torre Palomino Chardonnay 2024 (sin D.O., Cádiz), con unos meses bajo velo de flor, que es curioso y delicado.
En este momento se sirve el pan hojaldrado de plancton con la mantequilla también de plancton. Impresionantes ambos.
-Kokotxas de almadraba (realmente un guiso de tendones de atún que genera un pipil propio con habitas, suculento)
-Papada, caviar, puchero (parte grasa del cazón con un apasionante caldo de puchero con caviar y trufa de verano, el lujo de los pescados de descarte)
-Morena en civet (civet de sardinas y morena en la que la pieza es una especie de pâté en croûte en la que la piel de la morena hace de pasta y la sardina de carne, potente y exquisito)
-Torta de choco ("queso" hecho de las huevas de choco que se moja en una emulsión, recuerda a las tortas del Casar de una manera tremendamente interesante)
-Vitamina C (para combatir el escorbuto, una pastilla cítrica que se deshace en la boca, sorprendente)
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