Tenía muchas ganas de visitar este reconocido restaurante de autor en las proximidades de uno de mis paraísos, el Delta del Ebro. Vamos allá.
Está alejado del mundo pero se encuentra relativamente bien. El edificio era una almazara y eso también es importante. En el piso de arriba se sirve un menú del día y en la de abajo lo más representativo de la cocina de Vicent Guimerà
Espacio confortable y de cuidada decoración. Lo vi algo impersonal, eso sí.
Mesas bien vestidas, me gustó mucho la cubertería. Copas adecuadas.
Se ofrecen carta y dos menús con el hilo conductor de una vuelta ciclista por los productos de la zona, nos decantamos por el corto, Petit Tour (45 €). Solicité alguna modificación y fue aceptada de manera muy amable. La carta de vinos se centra también en producto de proximidad y tiene precios aceptables. Escogí el Vega Aixalà La Bauma 2015 (D.O. Conca de Barberà), que estuvo a muy buena altura.
Comimos:
-Aperitivo de las diferentes texturas de los aceites monovarietales (tras probar un estupendo aceite de la variedad autóctona marfil se sirve esta demostración de técnica, sabor e idoneidad)
-Taco de langostino de La Rápita (marisco crudo y con poco aliño, se sirven aparte ajoblanco, ajonegro y perlas de limón y manzana para combinar al gusto, una delicia)
-Ostra del Delta con tuétano y caviar de arenque (inconmensurable bocado)
-Anguila lacada con teriyaki y espuma de garbanzos (con matices de vino tinto y azafrán también, platazo absoluto, de esas veces que todo tiene sentido)
-Pieles de anguila en guiso tradicional (servido como secuencia del anterior, melosidad y profundidad, una maravilla)
Conjunto sublime. La anguila, de por sí un producto que me apasiona, en una altísima expresión. Para recordarlo siempre.
-Mejillones del Delta en escabeche y boniato(muy conseguido, sabores bien marcados)
-Tortilla de bacalao con cebolla caramelizada y guisantes liofilizados (la textura de la tortilla es totalmente nueva para mí y me encantó, como una muselina cremosa, pese a eso menos interés que el resto)
-Berberechos con butifarra blanca y negra y aire de su agua (mucha potencia, bien resuelto)
Está alejado del mundo pero se encuentra relativamente bien. El edificio era una almazara y eso también es importante. En el piso de arriba se sirve un menú del día y en la de abajo lo más representativo de la cocina de Vicent Guimerà
Espacio confortable y de cuidada decoración. Lo vi algo impersonal, eso sí.
Mesas bien vestidas, me gustó mucho la cubertería. Copas adecuadas.
Se ofrecen carta y dos menús con el hilo conductor de una vuelta ciclista por los productos de la zona, nos decantamos por el corto, Petit Tour (45 €). Solicité alguna modificación y fue aceptada de manera muy amable. La carta de vinos se centra también en producto de proximidad y tiene precios aceptables. Escogí el Vega Aixalà La Bauma 2015 (D.O. Conca de Barberà), que estuvo a muy buena altura.
Comimos:
-Aperitivo de las diferentes texturas de los aceites monovarietales (tras probar un estupendo aceite de la variedad autóctona marfil se sirve esta demostración de técnica, sabor e idoneidad)
-Taco de langostino de La Rápita (marisco crudo y con poco aliño, se sirven aparte ajoblanco, ajonegro y perlas de limón y manzana para combinar al gusto, una delicia)
-Ostra del Delta con tuétano y caviar de arenque (inconmensurable bocado)
-Anguila lacada con teriyaki y espuma de garbanzos (con matices de vino tinto y azafrán también, platazo absoluto, de esas veces que todo tiene sentido)
-Pieles de anguila en guiso tradicional (servido como secuencia del anterior, melosidad y profundidad, una maravilla)
Conjunto sublime. La anguila, de por sí un producto que me apasiona, en una altísima expresión. Para recordarlo siempre.
-Mejillones del Delta en escabeche y boniato(muy conseguido, sabores bien marcados)
-Tortilla de bacalao con cebolla caramelizada y guisantes liofilizados (la textura de la tortilla es totalmente nueva para mí y me encantó, como una muselina cremosa, pese a eso menos interés que el resto)
-Berberechos con butifarra blanca y negra y aire de su agua (mucha potencia, bien resuelto)
-Gamba roja en secuencias (con espardeña y shiitakes, otro plato memorable, desde la emulsión de la cabeza a los fondos y los contrapuntos, espectacular)
-Yema de huevo, patata, judías verdes y papada (destacaré las judías verdes, lo demás rico pero predecible)
-Dentón con curry y tallarines de arroz del Delta (otro de los grandes aciertos del menú, deliciosa combinación para un pescado de otro nivel)
-Pato con maíz (y de nuevo teriyaki, merece todos mis elogios tanto en concepto como en ejecución)
-Chocolate y maracuyá (diferentes preparaciones entre las que sobresalen las rocas, bien compensado, gran postre)
-Petit fours (agradables, me quedo con la galleta de algarroba)
El café merece ser mejor.
El personal se mostró correcto, pero se puede profundizar en este aspecto.
Pagamos 53 € por persona.
Voy a intentar evitar los circunloquios: no sé si nunca he comido mejor por este precio. Producto de gran calidad y buen criterio, conocimiento y sensibilidad. Todo esto y mucho más.
Vicent Guimerà está en un momento álgido, los premios llegan y las salas se llenan. Pero es que lo merece, su propuesta muestra una solidez excepcional.
Siempre hay áreas de mejora, pero lo esencial está. De este restaurante sales bastante más feliz de lo que entras.
La zona es privilegiada, comer aquí también.
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