Paseo de la Ribera, Sitges, calor, alegría...
Escogí este restaurante por ser uno de los clásicos de la zona, por sus buenas críticas y por su ambiente cuidado.
Terraza muy agradable y deliberadamente noble. Decoración algo anticuada, especialmente en el interior.
Mesas bien vestidas, copas mejorables.
La carta es ecléctica, aunque los productos del mar mandan. En lo enológico presenta opciones irregulares y precios altos. Opté por un sorprendentemente aromático Quíbia 2017 (V.T. de Mallorca) y un cumplidor Santa Digna Carmenère 2013 (Valle de Itata, Chile).
Comimos:
-Gazpacho (correcto aperitivo)
-Calamares de anzuelo encebollados (buen producto con adecuado tratamiento, gran plato)
-Tartar de buey con foie gras, crujientes de patata y céleri (esperaba más, la intensidad que prometía no acabó de llegar)
-Navajas de Galicia a la plancha (desiguales pero muy sabrosas)
-Paella de marisco sin cáscara (punto logrado, no tanto la contundencia que demandaba la preparación)
-Cubo de avellana en diferentes texturas (formidable postre, alta pastelería)
El café solo llegó al aprobado.
Se sirvieron muy apetecibles petit fours y orujo por cortesía de la casa. Siempre lo agradezco.
El personal se mostró muy diligente y amable.
Pagamos unos 70 € por persona. Se antoja excesivo.
Pasando por alto la extemporaneidad de algunos conceptos, lo que menos me gustó fue la falta de atrevimiento. Supongo que el sitio exige ese peaje.
Algunos platos, como ya he dicho, exigen sabor y vivacidad. Y aquí a veces falta.
Pero ojo, la comida está rica, que quede claro.
Se está muy a gusto en esa terraza, ojalá se animen a dar un paso adelante.
Escogí este restaurante por ser uno de los clásicos de la zona, por sus buenas críticas y por su ambiente cuidado.
Terraza muy agradable y deliberadamente noble. Decoración algo anticuada, especialmente en el interior.
Mesas bien vestidas, copas mejorables.
La carta es ecléctica, aunque los productos del mar mandan. En lo enológico presenta opciones irregulares y precios altos. Opté por un sorprendentemente aromático Quíbia 2017 (V.T. de Mallorca) y un cumplidor Santa Digna Carmenère 2013 (Valle de Itata, Chile).
Comimos:
-Gazpacho (correcto aperitivo)
-Calamares de anzuelo encebollados (buen producto con adecuado tratamiento, gran plato)
-Tartar de buey con foie gras, crujientes de patata y céleri (esperaba más, la intensidad que prometía no acabó de llegar)
-Navajas de Galicia a la plancha (desiguales pero muy sabrosas)
-Paella de marisco sin cáscara (punto logrado, no tanto la contundencia que demandaba la preparación)
-Cubo de avellana en diferentes texturas (formidable postre, alta pastelería)
El café solo llegó al aprobado.
Se sirvieron muy apetecibles petit fours y orujo por cortesía de la casa. Siempre lo agradezco.
El personal se mostró muy diligente y amable.
Pagamos unos 70 € por persona. Se antoja excesivo.
Pasando por alto la extemporaneidad de algunos conceptos, lo que menos me gustó fue la falta de atrevimiento. Supongo que el sitio exige ese peaje.
Algunos platos, como ya he dicho, exigen sabor y vivacidad. Y aquí a veces falta.
Pero ojo, la comida está rica, que quede claro.
Se está muy a gusto en esa terraza, ojalá se animen a dar un paso adelante.
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