De nuevo por aquí.
Sin cambios.
Menú concertado por cliente habitual, desconozco precio. Los vinos servidos fueron el ligero Glárima de Sommos Blanco Joven 2020 (D.O. Somontano) y el fantástico Senda 2017 (D.O. Vinos de Madrid).
Comimos:
-Aperitivos (crema de patata, revuelto de longaniza, zanahoria en texturas y buñuelo de ternera, destacaré de entre ellos la zanahoria, correctos)
El pan, siempre el pan de Las Torres. Esta vez focaccia de crema y verduras y bollo relleno de queso y berenjenas. Maravillosos.
-Langostinos, remolacha, quesos, foie, miel (ensalada algo abigarrada pero con buenos productos y muchos matices)
-Alcachofas naturales, hígado de pato, mostaza (un clásico de esta casa, siempre formidable, muy equilibrado)
-Merluza salvaje, almendras, tomate, tomillo (pescado en su punto, guarniciones frescas, el crujiente quemado restaba)
-Vacuno pirenaico, magret de pato, fresas, boniatos, pistachos (dos carnes diferentes, ambas sabrosas y jugosas con contrastes más apropiados para el pato que para la ternera)
-Helados de mango y fresas con fresas y teja (refrescante, las fresas cocinadas elevaban el conjunto)
-Chocolate, frambuesas cariñosas, peta zetas (potente tarta, buen chocolate)
El café es impresionante.
El personal anduvo más dubitativo que en otras ocasiones, pero Rafa Abadía lo soluciona todo.
Los platos barrocos y algún que otro viaje en el tiempo son ya emblema de esta casa, y eso ha de ser motivo de alegría.
Las modas no van con este restaurante, pero de aquí siempre se sale contento.
Imprescindible en Huesca.
Comentarios
Publicar un comentario