Estuve en Santerra Barra Fina y quería que mis acompañantes conocieran este concepto. Para ello opté por el local de Ponzano, más informal.
Cerámica y madera. Agradable.
Mesas desnudas y demasiado pequeñas e incómodas.
Servilletas de papel y copas mejorables.
La carta ofrece un conjunto de raciones de taberna llevadas a la contemporaneidad y creadas con mucho criterio. Apetece todo, vamos. En lo enológico, carta corta, precios comedidos y buen gusto. Opté por Verum Blanco Coupage 2020 (V.T. Castilla), fresco y curioso, y Jumenta 2018 (D.O. Almansa), complejo y equilibrado.
Comimos:
-Croquetas de jamón ibérico (el emblema de la casa y siempre apabullantes, sabor y textura inolvidables, una maravilla)-Croquetas de sobrasada de Mallorca (casi al nivel de las de jamón, muy ricas)-Torrezno “al estilo soriano” con salsa de tomatillo verde (otro éxito del negocio, imprescindible, absoluta exquisitez)
-Alcachofas a la carbonara de anguila ahumada (el plato menos conseguido, alcachofas a las que le sobraban hojas exteriores y salsa anodina)
-Lubina de estero frita entera con mojo verde canario (fritura impecable, una preparación óptima, se disfruta de principio a fin)
El café, correcto.
El personal se mostró amable y muy capaz.
Pagamos unos 40 € por persona.
Se entiende perfectamente el triunfo de este cocinero y este concepto. Diversión y calidad, ¿hay algo mejor que eso en este ambiente?
Se entiende perfectamente el triunfo de este cocinero y este concepto. Diversión y calidad, ¿hay algo mejor que eso en este ambiente?
La lubina de estero frita justifica la visita, pero además los clásicos de la casa y el resto de opciones están a muy buena altura.
Y croquetas y torreznos, claro. Que eso ya es patrimonio del tapeo madrileño.
Miguel Carretero y su equipo han dado con la tecla.
Miguel Carretero y su equipo han dado con la tecla.
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