4 años después, vuelvo a este gran restaurante.
En lo físico, nada de cambios.
Ahora el menú Carmen vale 65 € y no incluye bodega. Quizá sea excesiva modificación en ese ámbito.
Carta de vinos centrada en la región, pero con interesantes propuestas. Bebimos Domaine Muré Pinot Gewurztraminer Côte de Rouffach 2019 (Alsace A.O.C.), aromático y equilibrado, y Borsao Tres picos 2020 (D.O. campo de Borja), siempre concentrado y placentero.
Comimos:
-Aperitivo (agradable, mucha técnica, destaco el capuccino de carrillera y el polvorón)-Crema de cebolla (con huevo de codorniz y teja de setas, reconfortante, rica)
-Ravioli de queso Nube y umami (excepcional preparación, toques ahumados, de anchoa y de setas unidos a la esfera de queso de la zona y algas)-Salsifís con holandesa de aceite y mollejas (y cresta de gallo crujiente, sabores definidos y correcto juego de texturas)-Arroz de trufa (el gran clásico de la casa, esta vez la trufa era maravillosa y eso mejoraba cada bocado)-Ventresca de atún Balfegó con ajo negro y mostaza (tataki, sublime producto con matices muy conseguidos, para comerse un cubo)
-Lingote de ternasco (con crema de lechuga y ajo relleno del jugo del guiso, la combinación me suscita dudas, pero la carne estaba espectacular en cuanto a punto y sabor)-Empanadico de calabaza (soberbia versión actualizada de un postre navideño de la provincia de Huesca, muy conseguido)-Mandarina (trampantojo que encierra una fina elaboración repostera para un postre de altura)-Petit fours (impresionante la trufa de trufa)
Buen café final.
Pagamos unos 78 € por persona.
El tiempo pasa y los equipos de este restaurante evolucionan, pero Carmelo Bosque consigue que todo funcione.
La experiencia se ha elevado, a la vez que el precio, y este menú me parece una gran idea si se está en Huesca.
Los clásicos revisitados y la trufa sobresalen entre platos cargados de potencia, criterio y conocimientos.
Nunca falla.
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