Para una cena ligera en la capital cordobesa, algo clásico y buenos productos. Nos recomendaron este local y allí nos encaminamos.
Está fuera de la muralla, pero prácticamente linda con ella. Por fuera dice poco, veremos dentro. La decoración tampoco es de mi agrado, aunque reconozco su solera y tradición. Dejémonos de trivialidades, veamos qué se come aquí.
Mesas de mármol desnudas y servilletas de papel.
En la carta, raciones de platos típicos y pescados.
En lo enológico, fino en rama de la zona, servido desde jarras, bastante agradable y un buen Pedro Ximénez, este último cortesía de la casa.
Pudimos degustar:
Está fuera de la muralla, pero prácticamente linda con ella. Por fuera dice poco, veremos dentro. La decoración tampoco es de mi agrado, aunque reconozco su solera y tradición. Dejémonos de trivialidades, veamos qué se come aquí.
Mesas de mármol desnudas y servilletas de papel.
En la carta, raciones de platos típicos y pescados.
En lo enológico, fino en rama de la zona, servido desde jarras, bastante agradable y un buen Pedro Ximénez, este último cortesía de la casa.
Pudimos degustar:
-Berenjenas fritas (fritura de crear escuela, realmente deliciosa)
-Salmonetes (otra vez gran fritura, excelente punto y buen producto)
-Flamenquín de solomillo (bien hecho, sabroso, eso sí, por favor, que no pongan esa mayonesa en medio del plato, lo hace de menos)
De postre, la casa ofrece una galleta (¿torta de leche?) mejorable y el ya comentado vino dulce.
La cuenta, unos 17 € por persona.
El servicio, correcto y diligente, aunque no se debe esperar el de un gran restaurante.
Raciones amplias, buen producto y saber hacer. Lo mejor y lo peor de nuestras tabernas clásicas más famosas y unas frituras de las que aprender. Eso te encuentras aquí, de donde sales más contento de lo que has entrado.
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