Algo apartado del centro y en un edificio precioso, se encuentra la segunda marca del chef Vasco Coelho Santos. Y ahí fuimos para finalizar el viaje a Oporto.
El espacio es grande, con mucha madera y aires actuales.
Mesas desnudas, servilletas de tela y copas adecuadas.
La carta ofrece unas pocas opciones de cocina creativa de mercado con mucho gusto. No hay menú. En lo enológico, carta no muy larga a precios altos. Tras algún intento fallido, optamos por Quinta de Cidrô Chardonnay 2022 (I.G. Duriense), que resultó largo y complejo.
Cenamos:
-Tarta de chalota (tatin de chalota caramelizada, excelente bocado)
-Caballa, nabo y caldo asado (descomunal tratamiento del pescado y buen caldo, el juego de texturas es curioso, gran plato)
-Atún y pesto (servido sobre cazuela caliente para cocinar a gusto del comensal, aunque yo prefiero asegurar un punto óptimo desde cocina, exquisito)
-Bacalhau à Brás (estupenda versión del clásico, cremoso y crujiente)
-Cerdo, almeja y maíz (impresionante lomo de cerdo y mucho menos interesantes almejas sobre polenta, armonía cuestionable salvada por la calidad de la carne)
-Torrija (con un magnífico helado de queso que dominaba)
Asombroso café para acabar.
El personal se mostró amable.
Pagamos 53 € por persona.
¡Cómo disfruté esa cena! Por el momento, por la comida, por el lugar y por la compañía.
Cocina de producto, con sabores bien marcados, con criterio y con muchas dosis de vanguardia. Y todo en un entorno cómodo.
Exactamente lo buscado pues...
Honestidad.
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