Elegí este restaurante algo apartado del centro para una de las cenas milanesas.
Sala pequeña y agradable, aunque algo fría. Decoración actual.
Mesas desnudas y manteles de hilo.
La carta es ecléctica y variada, ofreciendo productos y cocina locales principalmente bajo el prisma del chef Marco Tronconi. En lo enológico, pocas opciones y precios altos. Optamos por el Bosio Brut (Franciacorta D.O.C.G.), elegante y persistente, y nos encantó.
Llega la cena:
-Salame local servido con chiacchere salata (un tipo de masa frita, escandalosa chacina, de las mejores que he comido)
-Ravioli de gambas (fantástico fondo de marisco con un punto algo anisado y todavía mejor pasta)
-Filete de ternera a la milanesa (excepcional fritura para una carne sabrosa y en gran punto con una salsa de rúcula y mostaza y tomates confitados, platazo)
-Pequeña selección de quesos de vaca y cabra (quesos de Deviscio y FerdiWild, todos muy intensos, nos advirtieron de que ese día disponían de pocos)
-Affogato con café (helado de avellanas del Piamonte con leche de montaña y salsa fría de café y cacao, versión del típico café, agradable)
Buen café final.
Pagamos 65 € por persona.
La verdad es que todo estaba muy bien hecho, pero quizá el local y el ambiente no redondearon la experiencia y mi recuerdo no es el que marcan las descripciones de los platos. A veces lo intangible va por otro lado...
Con todo y con eso, disfrutamos.
Y ese salame y esa milanesa...
Acumulando...
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