Para la última cena en Milán elegí un restaurante dentro de un centro cultural.
Terraza algo incómoda y con una horrible presencia de mosquitos.
Mesas desnudas y servilletas de tela.
Copas mejorables.
La carta ofrece especialidades locales con protagonismo para la carne. En lo enológico, pocas e interesantes opciones. Bebimos Casale Chianti 2015 (Chianti D.O.C.G.), largo y sedoso.
Llega lo sólido:
-Mortadela clásica Bonfatti, verduras encurtidas y focaccia con patata y romero (espectacular producto, gran finura)
-Ravioli emiliani de ortiga y cangrejo azul del Adriático con tomate confitado y mejorana (buenísima pasta y mejor relleno, gran preparación)
-Chuleta de fassona piamontesa con patata nueva al romero y ensalada biológica (carne correcta pero no excepcional, patatas ricas)
-Cannolo siciliano al pistacho (una delicia, la crema del relleno me encantó)
El personal habla español y es muy amable.
Pagamos 66 € por persona.
Reconozco que la carne fue una cierta decepción, y más teniendo en cuenta que el nivel de la cocina me pareció muy adecuado.
Pero bien, la pasta y el dulce salvaron la experiencia que espacio y chuleta estuvieron cerca de destrozar.
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