Siguiendo el viaje por Francia, reservé en este distinguido bistrot que se engloba dentro de un precioso complejo que comprende hotel y restaurantes.
Era agosto y se ofreció mesa en la terraza, donde los mosquitos fueron la excepción en una grata estancia.
Manteles individuales y servilletas de tela. Copas mejorables.
Hay varios menús a precios contenidos, entre los que elegí el denominado Bistrot (40 €) con armonía de vinos y licores (25 €). Bebí Le Blanc de Saïkouk 2023 (Bordeaux A.O.C.), cítrico y fresco, Domaine des Chenais Cuvée Déchainée 2023 (Bourgueil A.O.P.), frutal y equilibrado, un crémant que no se me presentó y una copa del estupendo armagnac Domaine d'Ognoas (Bas-Armagnac A.O.C.).
Cené:
-Grattons de canard (casero, una maravilla)
-Gambas marinadas con gazpacho de sandía y piquillos (agradable, buen punto del marisco)
-Pastela de pato de Las Landas, cuscús con comino y naranja (estupenda preparación, sabrosa y con buenos matices morunos)
-La copa Mirasol (mousse de chocolate, brownie de cacahuete y caramelo salado, un postre muy satisfactorio)
No tomé café.
El personal, sin la experiencia debida, anduvo sobrepasado.
Pagué 65€.
El entorno y parte de la comida me gustaron, pero servicio y mosquitos restaron puntos en la sensación global.
Se nota buena mano en la cocina, de eso no hay duda.
Recomendable en una zona no sobrada de grandes mesas.
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