Incluso he dudado si contar o no esta experiencia por dos cuestiones. La primera y fundamental es que el restaurante cerró dos meses más tarde de mi visita. La segunda es que los mosquitos y el calor destrozaron mi experiencia.
Pero bueno, ha ganado lo gastronómico. Allá vamos.
Pleno agosto.
Se ofrece cenar en el patio de albero.
Mesas desnudas, servilletas de hilo y buenas copas.
Un único menú (90 €) desplegaba la creatividad de Edu Pérez, siempre cercano a Cádiz pero también a la radicalidad en la propuesta. En lo enológico, me puse en manos de la sumiller. Probé Manzanilla Solera Covisan (D.O. Manzanilla-Sanlúcar de Barrameda), ligera y marina, La Honda Fino en rama (D.O Jerez-Xérès-Sherry), seco y untuoso, Palma Caberrubia Saca VIII (sin D.O., Jerez de la Frontera), estructurado y voluminoso, Moscatel Oro Los Cuartillos (sin D.O., Chiclana de la Frontera), concentrado y rico y Lustau East India Cream ( D.O. Jerez-Xérès-Sherry) como complemento del postre, complejo y maduro.
Cené:
-Aliño del día (tomates, almendra tierna y pistachos tiernos con vinagre, curioso)
-Gamba, sarmiento, jamón (gamba asada al sarmiento con grasa de jamón, muy sabroso)
-Langostino, encina, oloroso (perfumado por la leña y el vino, espectacular)
-Berenjena asada al momento y chirla (potente, muy conseguido)
-Cochambrosa y amarillo (un plato inolvidable, la unión de dos guisos con la sepia como hilo conductor, mágico)
-Pepino en salazón y escabeche de hierbas helado (refrescante, correcto)
-Trigo y sardina (maravilloso pan, gran aceite y una deliciosa espuma de sardina)
-Papita y codium (excelente guiso, de las mejores patatas que recuerdo haber probado)
-Cabra y tapín (calabacín y queso de cabra, bien hecho)
-Morena y toronja (otra preparación de ensueño, el juego con los amargos resulta un éxito descomunal)
-Acelga, coco, bacalao (una especie de pipil de coco con la verdura, sorprendente)
-Brandy, manteca colorá y torta de pellizco (y aceitunas, un postre que no podría entrar n ninguna clasificación, difícil)
-Cebolla y cream (cebolla sin nada añadido, sólo cocción hasta resaltar su dulzor, y servida con cream, agradable)
El café de cafetera italiana no es lo mío pero cerró la noche.
El personal no pudo solucionar los problemas del espacio y anduvo muy lento, aunque amable.
Pagué 114 €.
La cocina me gustó mucho, pese a los riesgos excesivos que corría en algunos de los momentos. A mi juicio a veces no funciona, pero mejor esto que lo evidente.
Eso sí, nunca he estado más incómodo en un restaurante y eso no puede ocurrir. Ni plan para los mosquitos del exterior ni refrigeración para el interior. Una pena.
El talento del equipo es evidente, así que seguro que llegarán nuevas ilusiones.
Qué suerte haberlo podido vivir.
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