Tenía muchas ganas de visitar Muka y por fin había llegado el día.
Situado en el Kursaal, en el local del antiguo Ni neu, es diáfano, blanco y muy agradable.
Cocina vista y con mucho protagonismo.
Pedimos estar en la barra para observar el trabajo de parrilla.
Barra desnuda, servilletas de tela.
Las preparaciones con producto, brasa y notas creativas actúan como emblema. Se ofrece carta, sugerencias del día y menú Muka (62 €), que fue lo que elegimos.
No tomamos vino.
Llega la comida:
-Pan a la brasa (berenjena y piñón, espinaca y yogur, calabaza y sésamo, a modo de mezze, ricos, especialmente el de berenjena y el el de espinacas)
-Remolacha asada, cuajada ácida y cítricos (buenos matices)
-Cogollo a la brasa, Idiazábal viejo y hierbas (simple pero eficaz)
-Pimientos cristal y su pil pil (muy sabrosos)
-Anchoas marinadas, limón y garum (absolutamente impresionantes, platazo)
-Navajas, salsa verde y rábano picante (buenas, pero quizá esperaba más)
-Bacalao en limón con patatas (inconmensurable, potencia y equilibrio, gran punto del pescado y una salsa y unas patatas para el recuerdo)
-Crema de calabaza y helado de almendra tostada (acertado)
Gran café final.
El personal se mostró amable y capaz.
Pagamos 71 € por persona. Aconsejaría incluir el pan en el precio del menú.
Me gustó el concepto y el resultado. Cocina viajada sin etiquetas y con mucha coherencia. Hay Euskadi pero también hay mundo.
Las anchoas o el bacalao, por ejemplo, son banderas de la idea.
Un proyecto ganador.
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