Un viaje a Huesca y una comida informal en el bar contiguo al Lillas Pastia y de la misma propiedad.
Decoración clásica.
Manteles individuales y servilletas de papel.
Carta sugerente con las cocas como protagonistas. No tomé vino.
Comimos:
-Patatas bravas (cuidada presentación, muy ricas)-Calamares rebozados (exceso de rebozado y faltos de sal)-Coca de foie y rúcula (masa esponjosa, la disfruté)-Lingote de chocolate y coco (alta pastelería, impresionante)
Correcto café final.
El personal no anduvo especialmente amable.
Pagamos unos 20 € por persona.
Lo cierto es que me pareció una opción muy recomendable para comer algo en el centro de Huesca, asequible y muy efectiva.
Volveré.
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