Tenía ganas de conocer este restaurante zaragozano y ha sido una de mis primeras visitas tras el parón. Su tarta de queso es el reclamo, pero hay más.
Céntrico y espacioso. Ecléctico.
Mesas desnudas y servilletas de papel.
La carta ofrece preparaciones variadas, creativas y efectistas con la carne en un lugar preferencial. No hay menú. No bebí vino.
Comimos:
-Brioche de steak tartar (goloso bocado, bien aliñado y carne de calidad)
-Ensaladilla de cuento (con ibéricos, pimentón, huevas y muchos contrastes, diferente y agradable)
-Terciopelo de panceta (glaseada con teriyaki, con curry verde, té matcha, coco deshidratado, patatas fritas y manzana verde, algo deslavazado, pero pieza bien cocinada)
-Original burger (fantástica hamburguesa, de las que se quedan en la memoria, buena carne en un punto extraordinario, salsa de tomate casera y cheddar, las patatas chips también merecen elogios)
-Nuestra tarta de queso casera (deliciosa, textura muy conseguida)
El café no estuvo a la altura de la cocina.
El personal se mostró irregular.
La cuenta (compartiendo todo entre dos) ascendió a unos 15 € por persona.
Gratas sensaciones en esta comida frugal. Esta cocina merece una exploración más a fondo.
En todo caso, se pierde nivel en las recetas más complejas. Aquí sobresalen las preparaciones sencillas y directas. Como tantas veces, menos es más.
Alejandro Viñal tiene mucho futuro.
Se debe conocer.
Comentarios
Publicar un comentario