Nublo es uno de esos proyectos que apetecen.
Situado en el centro de Haro, es un remanso de paz. Un viejo caserón remodelado con mucho gusto con la piedra y los telones como protagonistas.
Mesas con manteles de una tela satinada que no me parece agradable, pero muy bien separadas entre sí. Copas maravillosas.
La cocina del fuego, del humo y del producto noble es el hilo conductor del proyecto. Se ofrecen dos menús degustación. Opté por el Nublo, el corto, que a principio de junio valía 70 €.
En lo enológico, preciosa bodega que es lo primero que se enseña del restaurante y que hace de carta visual. Elegí la armonía de vinos que va con el menú (49 €), que constó de El Pacto del Alto Najerilla 2021 (D.O.Ca. Rioja), un blanco descomunal, Bordón D'Anglade Crianza 2020 (D.O. Ca. Rioja), frutal y equilibrado, Adorado de Menade Solera 1967 (V.T. Castilla y León), complejo y con una ligera flor, Delicia de Baco Crianza 2019 (D.O.Ca. Rioja), untuoso y sabroso, Imperial Reserva 2018 (D.O.Ca. Rioja), un clásico tan profundo y largo como lo recordaba, Château Laribotte Sauternes 2019 (Sauternes A.O.C.), fragante y delicado, y Tintilla de Rota de Finca Moncloa (V.T. Cádiz), siempre magnífico.
Comí:
-Patata chip ibérica (con papada, rico)
-Trucha con gelée de jamón (un tartar singular con gran presencia del jamón)
-Bonito con emulsión de pimiento (quizá demasiado hecho, pero buenísimo)
-Guisantes lágrima con tendones (absolutamente espectacular, guisantes levemente acariciados en el fuego, tendones y un fondo muy potente, un plato para el recuerdo)
-El rabito y sus hierbas (rabitos de cerdo ibérico crujientes con queso y hierbas muy frescas y aromáticas, delicioso)
-Ceremonia del pan y la mantequilla (el pan de elaboración propia se sirve caliente y tostado, no recuerdo uno mejor, la mantequilla, también casera, lleva sal y ceniza, un disfrute)
-Alcachofas con berberechos (y una emulsión de su agua, salino y conseguido)
-Lubina con espinacas (con un pil pil emulando la crema de las espinacas, pescado con la piel crujiente y una guarnición majestuosa)
-Solomillo madurado en queso azul (gran producto al que se le añade el punto del queso azul para hacer un bocado increíble)
-Helado de haba tonka y polen (bien hecho)
-Melocotón con flor de saúco (correcto, pero me hubiera gustado otro tipo de postre para acabar)
-Petit fours (galleta de mantequilla y trufas de chocolate, satisfactorios)
Exquisito café final.
El personal se mostró especialmente amable. Un gran ejemplo.
Pagué 122 €.
Miguel Caño, Llorenç Sagarra y Dani Lasa comandan un equipo joven, formado y que evidencia ganas y criterio.
Se limitan, cual Movimiento Dogma 95, pero salen airosos. La cocina económica, la temporada o la cercanía no impiden la satisfacción del comensal. O quizá la elevan.
Me encanta la idea y el resultado. Un sitio al que volver.
Y esos guisantes...
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