Hay sitios en los que hablar de cocina de autor suena realmente extraño, sitios en los que comer de pie o bromear con el camarero (o llevarte una bronca, según el caso) es lo normal, sitios en los que se disfruta de una caña y de producto fresco, sitios como esta Tasca Ángel. El local es diminuto, pero ya apetece desde fuera, esa sensación de entrar en un bar con historia y en el que se disfruta es difícil de explicar.
-Gambas al ajillo (muy bien hechas, sabrosas)
Barra de las de antes, taburetes, cajas de bebidas, servilletas (de ese papel que no seca) en el suelo y las tapas apuntadas en un papel en la pared (convenientemente traducidas a varios idiomas, eso sí, no se debe descuidar al turista) es el panorama de hoy, ni rastro de interiorismo actual.La carta de tapas o raciones ofrece muchas posibilidades realmente atractivas, la de vinos, por su parte, invita decididamente a beber cerveza.
Nos decidimos a probar:
-Sardinas de la casa (lo que hay que pedir, punto correcto, exquisitas)
-All i pebre de anguila (muy interesante, salsa y pescado muy agradables, un guiso clásico bien ejecutado) El pan merece un comentario, es realmente pésimo.
El precio de esta ligera cena fue de unos 10 € por persona.
El servicio fue el que te temes, risas, esperas y buen ambiente.
Lo cierto es que es un bar en el que se come muy bien, eso es lo que cuenta. Las raciones no son muy grandes, pero la calidad está fuera de dudas.Las sardinas merecen, por sí solas, una visita. Así pues, una tasca de toda la vida, pero mejor.
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