Terraza coqueta en el paseo marítimo de la localidad y cocina sugerente. Había que ir.
Agosto de 2020.
Camino de mesa de fibra y copas correctas.
La carta es ecléctica y pensada para agradar a públicos amplios. En lo enológico, pocas pero curiosas opciones. Opté por Indispensable 2019 (D.O. Empordà), fresco y aromático.
Cené:
-Mini bravas con "allioli" suave y pimentón de La Vera (ricas, buena interpretación del clásico que ganaría con más picante)-Tataki de atún rojo del Mediterráneo (con crema de aguacate, buen producto, aliño demasiado evidente)-Gambita roja de Arenys salteada (pequeñas y algo desiguales, pero exquisitas, sobraba grasa)-Lingote de chocolate (de una pastelería cercana, anodino)El café me pareció impresionante.
El personal se mostró irregular.
Pagué unos excesivos 62 €.
Nada mal, pero nada muy bien. Salí con la sensación de no haber cubierto mis propias expectativas, y tampoco eran inmensas.
Ese precio exige más detalle, más de todo.
En definitiva, sí pero no es el sitio que más recomendaría.
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