Por fin en Dénia.
La primera parada fue en un clásico de la cocina de la zona.
Comedor interior frente al puerto. Pretendidamente noble y clásico.
Mesas bien vestidas. Copas mediocres.
La amplia carta ofrece especialidades locales con el mar como protagonista. Hay también menús, pero no opté por ellos. En lo enológico, tuve que conformarme con su exigua oferta de vinos por copa. Probé Las Dosces Blanco 2022 (D.O. Utiel-Requena), ligero, y Enrique Mendoza Moscatel de la Marina 2022 (D.O. Alicante), goloso y cítrico.
Comí:
-Pulpo seco, tomate seco casero y lechuga de mar (demasiado sabor a quemado del pulpo, pero plato muy interesante)
-Gamba de la bahía de Dénia hervida (una de las dos había perdido jugos en la cocción, calibre demasiado pequeño, buen sabor)
-Arròs a banda (magnífico, sabroso y muy bien hecho)
-Pastelito de chocolate con migas de cacao (fluido, contundente)
El café, mejorable.
El personal se mostró muy irregular.
Pagué 67 €.
La sensación es que parece un sitio adecuado para adentrarse en esta cocina, que tiene personalidad y que cautiva al comensal. Hay apartados que requieren revisión, evidentemente, pero hay buenas maneras.
Del mismo grupo, que posee varios establecimientos, probé:
En La Barqueta, sepia troceada a la plancha con picada rústica y fritura de pescado. Muy agradables.
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