Otro proyecto que apetece en Chueca.
Un bar de toda la vida con cocina actual, podría decirse.
Decoración sin interés.
Comimos en la barra desnuda. Copas adecuadas.
La carta preside el local y todo es llamativo, así que nos dejamos llevar. En lo enológico, también pedimos recomendación y se nos ofrecieron tres o cuatro botellas. Optamos por Domaine Charvin Côtes Du Rhone 2020 (Côtes Du Rhone A.O.C.), muy frutal y fresco.
Cenamos:
-Aperitivo (crema de yema de huevo curada, agradable)
-Trigo-ajo-zanahoria (rico untable, me encanta la zanahoria para estas cosas)
-Aguachile-calabacín-ciruela (algo anodino, pero es buena idea y técnicamente está bien resuelto)
-Lengua-mejillón-tirabeque (buenísima combinación, gran plato)
-Coliflor-bacon ibérico-puntillas (fallido, rebozado grueso de las puntillas que quedan húmedas, los contrastes son cuestionables)
-Bonito-espárrago-sardina (la vedette de la cena, sin duda ninguna, bonito con unos matices espectaculares)
-Kataifi-queso-maple (correcto, esperaba más)
Mejorable café.
El personal se mostró especialmente amable.
Pagamos 53 € por persona.
Me gustó más la letra que la música, aunque me disguste admitirlo. El concepto es mejor que los resultados, pero tiempo habrá para pulir defectos.
La armonía del bonito, vibrante contundente a la vez, sería el camino a seguir. De hecho siempre es el camino a seguir.
A por ello.
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