Cuando se accede a la Trattoria d'Alfredo da la sensación de entrar en una casa particular. Y así te tratan.
Fui con un asiduo, así que quizá no siempre sea todo como se va a relatar.
Decoración extemporánea.
Mesas demasiado próximas entre sí. Manteles de tela y copas mejorables.
No vi carta, pero el propio Alfredo ofrece lo mejor del día. Cocina siciliana casera, de temporada y de producto. Tampoco vi carta de vinos, pero se nos propuso un Etneide 2021 (Etna Rosso D.O.P.) y accedimos. Frutal, mineral y sabroso.
Comimos:
-Aperitivo (tartaleta de ortiguillas, rica)
-Carpaccio de mero y de pez espada (maravillosos pescados con un aliño conseguido, me encantó)
-Pulpo y pulpitos guisados (demasiado protagonismo del tomate, pero correcto)
-Tagliatelle con erizos (deliciosa, muy potente)
-Strozzapreti con espardenyes (para levantarse y aplaudir, una maravilla)
-Tiramisú de pistachos (agradable)
Café bastante bueno e invitación a mandarinetto hecho en casa para acabar.
El personal fue muy amable y cordial.
Desconozco precio.
Estamos aquí ante un restaurante diferente. Una cocina personal, que habla de un lugar y de una tradición específica.
Y, lo dicho, uno de esos sitios en los que te sientes en el hogar de unos amigos.
Otro mundo.
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