Me apetecía libanés y escogí este restaurante en su sede de la calle Pelayo.
Al ir solo se me asignó un sitio incómodo en una barra que ni siquiera estaba muy limpia. Desastroso.
El local presenta paredes desnudas y madera. Agradable.
La carta ofrece lo indispensable de la gastronomía de Oriente medio con algún guiño creativo. En lo enológico, solo se me ofrecieron dos vinos libaneses por copas, Latourba Eraz White Dry 2022 (Valle de la Becá, Líbano), ligero y seco, y Latourba Eraz Red Dry 2022 (Valle de la Becá, Líbano), sin interés.
Probé:
-Sambussik (media ración, con carne picada y piñones, sabrosos y bien hechos)
-Hummus con trufa (media ración, lo esperaba más refinado, correcto)
-Kafta (media ración, carne de cordero y ternera bien especiada y muy sabrosa, lo mejor de la comida, las patatas con zumaque y el hummus acompañan bien)
-Baklawa (algo secos, sin más)
El personal estaba desbordado y falto de práctica.
Pagué 37 €.
Solo la kafta me pareció especial, el resto fue bastante decepcionante. Faltaron formas y fondos, pero sobre todo se observa una carencia de detalle.
Nada está muy mal, pero no lo podría recomendar.
Seguiremos buscando.
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