Restaurante japonés orientado a la entrega a domicilio, pero con unas pocas mesas en las que comer en el local.
El espacio no es el más confortable, puesto que no hay ventanas y el baño se comparte con el equipo, pero es suficiente.
Manteles individuales y servilletas de papel, copas mejorables.
La carta es muy amplia. Todos los sospechosos habituales de la cocina japonesa más comercial y algún toque creativo. En lo enológico, apenas unas referencias. Escogí Gessamí 2020 (D.O. Penedès), que siempre cumple en estas lides.
Vamos con la cena:
-Ensalada de pepino y wakame (aperitivo típico, correcto)-Ebi fry (langostinos en tempura y panko, buena técnica, crujientes, con salsas tonkatsu y tártara menos interesantes)-All maguro (combinado que cuenta con varias preparaciones con atún, nigiris, uramakis con aguacate, hosomakis y sashimi, el arroz estaba algo suelto y duro, pero mucho mejor de lo esperado, pescado con muy buenos textura y sabor, un acierto)-Nigiri unagi (anguila con teriyaki y sésamo, conseguido)
-Kimchi gheisa (envoltorios de hiramasa, tartar de langostinos black tiger, mango kimchi y kataifi frito, excepcional bocado, para comerte decenas)
-Mochi de té verde (rico)Se sirvió un chupito de umeshu cortesía de la casa.
El personal es amable y diligente.
Pagamos unos 25 € por persona.
Si lo ponemos en su contexto adecuado, estamos ante una muy buena opción para degustar cocina japonesa a precio moderado. Es evidente que le faltan detalles y que la calidad no es la mejor, pero también que lo que se sirve es digno.
Merece la oportunidad.
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