Este restaurante ofrece la personal interpretación de la cocina de Fran Vicente y cervezas de calidad. Había que conocerlo.
El local es agradable, conjuga tradición y modernidad.
Manteles individuales. Copas adecuadas para cerveza.
La carta ofrece cocina creativa, con preparaciones muy apetecibles. No hay vino, tan solo cerveza y aguas (entre las que hay de sabores). Probamos Founders Dirty Bastard, Rodenbach Vintage, Rittmayer Landbier y Nómada Naturepils, entre otras. Destaco especialmente la amabilidad de las camareras y las ganas de encontrar una cerveza a cada cliente, dando a degustar varias sin cobrarlas.
El pan, delicioso, y el aceite, Castillo de Canena, son otros detalles a tener en cuenta.
Comimos:
-Paté de ave casero (aperitivo, buena declaración de intenciones)
-Mejillones en escabeche (impresionante molusco por talla y sabor en una salsa muy acertada, buen plato)
-Guiso de cardo, alcachofas y vieiras (muestra de técnica y criterio, para comer sin parar)
-Pulpo, romanescu y tortillitas de camarones (correcto, pero quizá el plato menos interesante)
-Raya con guiso de trigo y anguila ahumada (muy bien resulto, contundente y lleno de matices)
-Manzana (estupendo postre, diferentes preparaciones, entre las que sobresale ese helado de manzana asada, y mucho sabor)
-Milhojas de crema pastelera y dulce de leche con frambuesas (pasta muy fina y rellenos exquisitos)
Buen café final.
El personal, como ya he dicho, fue amable y atento.
Pagamos unos imbatibles 29 € por persona.
Estamos pues ante un gran sitio. Me gusta mucho la propuesta, fresca y sugerente. El verdadero éxito es que todo se hace bien, muy bien.
Fran Vicente consigue transmitir mucho en esos guisos, en esas salsas... Esta vuelta de tuerca es necesaria en la cocina contemporánea.
Si lo tuviera cerca intuyo que iría mucho. Es lo mejor que puedo decir.
El local es agradable, conjuga tradición y modernidad.
Manteles individuales. Copas adecuadas para cerveza.
La carta ofrece cocina creativa, con preparaciones muy apetecibles. No hay vino, tan solo cerveza y aguas (entre las que hay de sabores). Probamos Founders Dirty Bastard, Rodenbach Vintage, Rittmayer Landbier y Nómada Naturepils, entre otras. Destaco especialmente la amabilidad de las camareras y las ganas de encontrar una cerveza a cada cliente, dando a degustar varias sin cobrarlas.
El pan, delicioso, y el aceite, Castillo de Canena, son otros detalles a tener en cuenta.
Comimos:
-Paté de ave casero (aperitivo, buena declaración de intenciones)
-Mejillones en escabeche (impresionante molusco por talla y sabor en una salsa muy acertada, buen plato)
-Guiso de cardo, alcachofas y vieiras (muestra de técnica y criterio, para comer sin parar)
-Pulpo, romanescu y tortillitas de camarones (correcto, pero quizá el plato menos interesante)
-Raya con guiso de trigo y anguila ahumada (muy bien resulto, contundente y lleno de matices)
-Manzana (estupendo postre, diferentes preparaciones, entre las que sobresale ese helado de manzana asada, y mucho sabor)
-Milhojas de crema pastelera y dulce de leche con frambuesas (pasta muy fina y rellenos exquisitos)
Buen café final.
El personal, como ya he dicho, fue amable y atento.
Pagamos unos imbatibles 29 € por persona.
Estamos pues ante un gran sitio. Me gusta mucho la propuesta, fresca y sugerente. El verdadero éxito es que todo se hace bien, muy bien.
Fran Vicente consigue transmitir mucho en esos guisos, en esas salsas... Esta vuelta de tuerca es necesaria en la cocina contemporánea.
Si lo tuviera cerca intuyo que iría mucho. Es lo mejor que puedo decir.
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