Situado en el emblemático Passeig de la Ribera y con terraza y dos plantas, este restaurante es una de las muchas opciones en la zona.
Sala pretendidamente actual y de la que hay que eliminar cajas de botellas y demás elementos.
Mesas con incómodo mantel individual y copas mejorables.
La carta es ecléctica y está dominada por los productos marinos. En lo enológico, nulo interés y precios comedidos. Bebimos el intrascendente La burlona 2021 (D.O. Rueda).
Cenamos:
-Calamares a la andaluza (bien fritos, ricos)-Mejillones al vapor de hojas cítricas (buenos matices y correcto punto)-Montadito de sardina ahumada (uno de ellos pedido sin tomate, sabroso pero algo deslavazado)-Tartar de atún con guacamole (producto agradable pero aliño tímido, lo disfrutamos)
El Campari Spritz mejoró mucho la sensación que había dejado un flojo café.
El personal se mostró amable.
Pagamos 29 € por persona.
Indudablemente no es la mejor propuesta de la calle, pero puede cumplir perfectamente para una cena informal.
Observé al equipo probando platos y debatiendo sobre resultados, quizá sea ese el camino correcto para mejorar una carta de por sí sugerente.
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