Cené en la agradable terraza, pero el interior es rústico y decadente.
Mesas bien vestidas, copas mejorables.
Se ofrece cocina típica de la región con la carne como emblema. Hay menú del día, pero por la noche se ofrece carta. En lo enológico, esmeradas referencias. Probé copas de Château d'Haurets 2016 (Bordeaux A.O.C.), intenso y equilibrado, Château Tour Haut-Caussan 2014 (Médoc A.O.C.), elegante, y Lieutenant de Sigalas 2016 (Sauternes A.O.C.), refinadamente dulce y aromático.
Llega lo sólido:
-Aperitivo (gran pan con mantequilla, pâté de campagne à l'ancienne, rabanitos y tomates, tan clásico como rico)-Tournedo de vaca a la bordelesa con tuétano (la mejor carne que he comido en mi vida, una vaca charolesa de la zona de Bazas, excelsas patatas fritas en grasa de oca y tuétano a la brasa, disfruté muchísimo de esta preparación, inconmensurable)-Gran canelé, su helado, coulis de caramelo y mantequilla salada (tres medios canelés y un fantástico helado para un postre interesante)Correcto café final.
El personal anduvo amable.
Pagué 70 €.
Quizá está muy enfocado a determinado tipo de turismo y quizá es extemporáneo, pero el recuerdo que me deja es imborrable.
Esos productos, esa manera de hacer las cosas, todo.
La historia de la gastronomía tiene aquí un episodio y ese ya es motivo de visita, pero además esa carne se hace acreedora de los elogios del presente.
Qué bien.
Comentarios
Publicar un comentario