Arcachon es una ciudad interesante y me apetecía conocer también su alta restauración, así que fui a este estrellado restaurante.
Sala acogedora, con mucha piedra y madera. Todo bien.
En la terraza cubierta las mesas están desnudas, servilletas de hilo y copas fabulosas.
Cocina de mercado sofisticada y creativa. Se ofrecen varios menús y carta. Escogí el menú de la semana (53 €). En lo enológico, carta interesante y seleccionada. Bebí una copa de La croix Dompierre 2018 (Haut-Médoc A.O.C.), que me encantó. También bebí Chateldon 1650, que hasta ahora es mi agua favorita.
Llega la comida:
-Aperitivo (mousse de aceituna negra, golosina de rúcula y ratatouille, muy delicados, buen comienzo)-Ostras de Olivier Laban, makis de cangrejo con curry Massaman, crema de perejil y sorbete de aloe vera (ostras tan grandes como sabrosas con unos matices frescos que nunca podré olvidar, un plato inconmensurable)-Silla de cordero, panisse, pimientos confitados y trompetas de la muerte (excepcionales textura y sabor, buena preparación)-Dedo de Pont-l'Évêque, crumble y viruta de mimolette (un plato de quesos trabajado y eficaz, me gustó)-Limón-chocolate (panna cotta de Guanaja, crema de limón, crujiente de praliné y helado de Manjari (asombroso postre por su potencia y su finura, exquisito)Con el café, que me pareció espectacular, se sirvieron unas ricas mignardises (canelé, pâte de fruits de guayaba y tarta de frutas).El personal fue amable y diligente.
Pagué 78 €.
Thierry Renou es un chef de renombre y en este menú lo demostró. Es apasionante ver como los menús del día de restaurantes de esta categoría incluyen platos así. A uno le entran ganas de quedarse a vivir.
Cuánta frescura, cuánta vida desprenden estos platos. Era agosto y eso se deja ver, como también se vislumbra el territorio. Como debe ser.
Qué claridad de ideas.
Disfruté muchísimo.
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