Nos apetecía cenar algo interesante y optamos por este restaurante.
La sala es muy bonita, con un toque oriental, barra de mármol acompañada de sillas bajas y colores marrones.
Nos asignaron sitio en esa barra que mencionaba, como era nuestra intención, aunque en nuestra zona no se apreciaba el trabajo del chef.
Manteles individuales, servilletas y tela y copas adecuadas.
La carta ofrece cocina creativa con aires orientales y producto local. Hay menú degustación (59,90 €), pero preferimos probar la carta. En lo enológico, pocas referencias aunque cierto interés. Bebimos Exibis 2018 (D.O. Pla de Bages), fresco y frutal.
Cenamos:
-Chips de yuca con espuma de miso (buen aperitivo, sugerente)
-Sashimi de atún rojo, yakitori y sésamo (el producto es bueno, pero la salsa le resta protagonismo y eso empeora el plato)
-Gyozas de “l’Empordà”, chutney de piña y tomillo crujiente (de butifarra del perol, ricas, quizá la dulzura del chutney chirría un poco pero la preparación es notable)
-Steak tartare de vaca (fantástica carne, aliño ligero, inconcebibles tostadas industriales para acompañar)
-Cremoso de cacahuete, chocolate y helado de cacao (irregular, pero se come con agrado)
El café me gusto.
El personal se mostró amable y correcto.
Pagamos 41 € por persona. Excesivo.
Un equipo joven y que, con técnicas actuales y aderezos de varias cocinas del mundo, entrega platos para todos los públicos. Nada está mal, mas a todo le falta algo que eleve el resultado, algo que se quede en tu recuerdo.
Profundizando en sabores se llegará ese objetivo. Ahí está la senda a seguir. Espacio para ello hay, claramente.
La sala es muy bonita, con un toque oriental, barra de mármol acompañada de sillas bajas y colores marrones.
Nos asignaron sitio en esa barra que mencionaba, como era nuestra intención, aunque en nuestra zona no se apreciaba el trabajo del chef.
Manteles individuales, servilletas y tela y copas adecuadas.
La carta ofrece cocina creativa con aires orientales y producto local. Hay menú degustación (59,90 €), pero preferimos probar la carta. En lo enológico, pocas referencias aunque cierto interés. Bebimos Exibis 2018 (D.O. Pla de Bages), fresco y frutal.
Cenamos:
-Chips de yuca con espuma de miso (buen aperitivo, sugerente)
-Sashimi de atún rojo, yakitori y sésamo (el producto es bueno, pero la salsa le resta protagonismo y eso empeora el plato)
-Gyozas de “l’Empordà”, chutney de piña y tomillo crujiente (de butifarra del perol, ricas, quizá la dulzura del chutney chirría un poco pero la preparación es notable)
-Steak tartare de vaca (fantástica carne, aliño ligero, inconcebibles tostadas industriales para acompañar)
-Cremoso de cacahuete, chocolate y helado de cacao (irregular, pero se come con agrado)
El café me gusto.
El personal se mostró amable y correcto.
Pagamos 41 € por persona. Excesivo.
Un equipo joven y que, con técnicas actuales y aderezos de varias cocinas del mundo, entrega platos para todos los públicos. Nada está mal, mas a todo le falta algo que eleve el resultado, algo que se quede en tu recuerdo.
Profundizando en sabores se llegará ese objetivo. Ahí está la senda a seguir. Espacio para ello hay, claramente.
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