Más que un restaurante, Bibo es un prodigio. Dicen que más social que gastronómico, pero veamos...
Llenos diarios, mesas dobladas, clientes de toda condición...
Enorme y versátil.
La sala es preciosa, con mucha luz y elementos decorativos que suman.
Mesas algo pequeñas, pero bien vestidas. Copas correctas.
La carta es muy variada, teniendo como protagonista el pescado y con el recuerdo de la alta cocina de Dani García. En lo enológico, muchas posibilidades interesantes y precios desorbitados. Escogí, tras un intento fallido, Ratzenberger Caspar R Riesling 2019 (V.D.P. Mittelrhein), aromático y con un dulzor muy bien integrado, y una copa de Pago El Espino 2019 (D.O. Sierras de Málaga), un vino que me encanta por su frescura y su longitud.
Vamos con la comida:
-Gazpacho (coherente aperitivo, rico)-Focaccia y mantequilla (quizá la mejor focaccia que haya probado, jugosa y sabrosa, mantequilla de calidad)-Crudo de gamba blanca (versión maravillosa de unas gambas al ajillo, gamba blanca de Málaga, aceite escabechado y chips de ajo, patas crujientes y cuerpos con una textura sublime)-Tartar de atún bipolar (ventresca y descargamento, soja blanca, capuchina y un extraordinario aceite de oliva, esplendoroso aliño puesto al servicio de un producto sin igual)-Alcachofas a la brasa (mazamorra de almendra, anguila ahumada y queso payoyo, potencia y equilibrio)-Croquetas cremosas de jamón (con polvo de tomate seco, algo anodinas9-Croquetas cremosas de tinta (agradables)
-Lubina frita entera en adobo (interesante adobo con presencia de salvia y correcta fritura, preparación icónica por derecho propio)-Fruta fresca y granizado de hibiscus (melón, frambuesa, pomelo, fruta de la pasión y otras frutas tanto en crudo como en gelatinas y bizcochos, muy bueno)-Arroz con leche fresca (con vainilla de Tahití, frambuesa en polvo y notas cítricas, exquisito)-Mousse de chocolate 70% (cortesía de la casa por mi cumpleaños, inconmensurables mousse y chantilly de vainilla)Buen café final.
El personal se mostró atento y amable, aunque alguna espera debió haberse evitado.
Pagamos 64 € por persona.
La sensación global fue muy positiva, llegando a máximos con algunos de los platos. Solo los precios de la parte líquida desentonan.
Da gusto ver una cocina que saca tal cantidad de platos respetando puntos y detalles, siempre con el disfrute del comensal como fin último.
Los tratamientos de crudos y de masas parecen excelsos, y claramente elevan el nivel general. Pero vamos, aquí hay mucho criterio y más trabajo.
Dani García tiene las claves del éxito.
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