Aparece como uno de los menús con mejor relación calidad-precio de Barcelona, así que reservamos para despedir ese viaje a Barcelona.
Local estrecho e incómodo. Pese a reservar en el interior se nos asignó sitio en la terraza, que es muy inhóspita.
Mesas pequeñas y desnudas y servilletas de papel.
El menú Classic Cruix (35 €) presenta una buena manera de conocer la cocina del establecimiento, local y con aires renovados. No tomamos vino.
Comimos:
-Nigiri de fuet (la base es pa amb tomàquet machacado, cuya textura me desagrada, not my cup of tea)-Gazpacho de espárragos, huevas de mújol y trucha (buena preparación, ligera y con matices interesantes)-Churros de pescado con espuma de alioli (ricos buñuelos de bacalao, un acierto)-Croquetas de pato Pekín (golosas y técnicamente impecables)Tras solicitar un cambio, gentilmente aceptado, se nos sirvió:
-Calabacín al pesto y tomate seco (fresco, de temporada y humilde, correcto)-Arroz de lágrima ibérica y berenjena (grano en buen punto, pero esperaba mayor potencia del ibérico)-Helado de sopa tom kha kai (excepcional postre lleno de sabores thailandeses, coco, lima, lemongrass, galanga, cilantro...)-Día triste en la playa (elementos de calidad en un postre divertido)Café mejorable.
El personal se mostró amable.
Pagamos unos 40 € por persona.
Miquel Pardo y su joven equipo están de moda, y lo entiendo. En mi caso, ni las condiciones del espacio eran las mejores ni el menú me satisfizo como pretendía.
Ahora bien, algunas de las preparaciones me parecieron magníficas y, a buen seguro, el menú tiene un precio comedido.
Luces y alguna sombra.
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