Vuelvo a este restaurante oscense tras demasiado tiempo sin venir. Esta vez toca celebración.
El espacio y la propuesta siguen igual, en términos generales. Local demasiado bullicioso.
Optamos por el menú degustación (50 €), que incluye vino. Se sirvió Sommos Colección Gewürztraminer 2020 (D.O. Somontano), únicamente correcto, y Alodia Uno Parraleta 2018 (D.O. Somontano), singular y sabroso.
Comimos:
-Crema de calabaza con aceite de albahaca (agradable)-Garbanzos de La Hoya estofados con matanza (rico)-Croquetas de cocido (buena textura, pero algo anodinas)-Ensalada de escarola, granada y pularda escabechada (el impresionante ave salvaba un plato con un exceso de vinagre evidente)-Huevo frito con salsa de foie y trufa fresca (muy bien hecho, goloso y efectivo)-Arroz de verduritas y longaniza (exquisito, gran punto y potencia)-Rodaballo con risoni de setas (pescado bien tratado, conjunto algo deslavazado)-Magret de pato con puré de manzana (obvio, pero resultón, los champiñones crudos me gustan mucho en este plato)-Quesos del entorno (buena selección, ojalá más restaurantes incorporaran queso en el menú)-Cuatro chocolates (acertado postre de chocolates y texturas variados, gran helado de chocolate ruby)
El café no me satisfizo.
El servicio se mostró irregular, pero correcto.
Pagamos 50 € por persona.
Estamos aquí ante un menú que denota esfuerzo y ganas de llegar a amplios públicos, siempre cumpliendo con lo que se espera.
Producto local, cocciones conseguidas y nitidez.
A veces menos es más, y eso ocurre en algún plato. También se observa ausencia de continuidad en el menú, pero es comprensible.
Buena opción.
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